De frente

DE FRENTE

Por Paco Frisuelos

Que mala suerte. Mira que es grande esta ciudad y nos tenemos que tropezar el uno con el otro así de sopetón. El encuentro me pilla desprevenido y no sé como reaccionar a pesar de haber ensayado una y otra vez cual sería mi reacción ante una situación como ésta de ahora.

Me bloqueo. Me saludas sonriente y me das los dos besos de rigor. Mi cuerpo se estremece al sentir tu piel contra la mía. Es una sensación extraña, como si besara a mi propio verdugo. Siento algo parecido a una náusea que reprimo y pienso que sigues siendo el mismo de siempre pues descifro cada uno de tus amables gestos y leo la falsedad de cada uno de ellos. Odio este juego de apariencias en que nos dejamos atrapar, como odiaba la dinámica de nuestros años juntos donde  las formas estaban por encima de los sentimientos y la mentira se comía cada una de mis ilusiones.

Te digo con una sonrisa, que intenta no parecer falsa, que te veo fenomenal, con muy buen color y más delgado, pero no puedo evitar sentir la satisfacción de comprobar lo que has engordado desde la última vez que nos separamos, cómo se te ha marcan los flotadores y, sobre todo, lo maltratada que tienes la piel con esa manía tuya de los rayos UVA. Estás realmente estropeado, no te han sentado nada bien estos años que llevamos separados y eso me encanta.

Te miro disimuladamente de arriba abajo sin que te des cuenta que te examino.  Te veo ridículo con ese empeño absurdo que tienes en ir vestido como si salieras de un muestrario del Vogue. Sonrío al pensar que la mitad de las cosas que llevas son imitaciones baratas compradas en alguno de tus viajes de negocios. Tanta ostentación me parece un chiste y crees que al reírme expreso la felicidad nerviosa de volver a verte.

Reparo entonces en mi atuendo y lamento no haberme puesto esos pantalones que me sientan tan bien o la camiseta que hace la magia de disimular todo lo que me sobra y realzar todo lo que ni yo mismo me explico.  Me hubiera gustado sorprenderte con una imagen deslumbrante que no pudieras borrar de tu mente en varios días para atormentarte con su recuerdo en tus noches que ahora sospecho solitarias.

Me comentas con cierto pesar que hace mucho que no nos vemos, y  yo te miento asintiendo mientras pienso que no hace ni tres meses que te vi, saliendo de tu bar habitual, con unos amigos que no conozco, que tenías tu actitud altiva de siempre, creyéndote el centro del universo. No te digo, claro, que me oculté, que bajé la cabeza y miré para otro lado, evitando encontrarte, evitando esta situación que tanto me incomoda ahora.

Te pregunto cortésmente por tu familia y mientras me cuentas no sé qué sobre tu madre pienso si me echará de menos, la pobre vieja. En realidad no me importa nada de lo que me dices y empiezo a  impacientarme. Este absurdo encuentro se me hace eterno y no veo el momento de despedirnos. Me preguntas por mi, en cómo me va y creo adivinar que lo haces de corazón. Dudo si contarte que me ascendieron en el trabajo y que por fin conseguí la dirección del proyecto.. Quizás debería escupirte que soy tremendamente feliz con mi nueva pareja, en mi nueva casa, con mi nueva vida. Pero estoy seguro que no me creerías, pensarías que lo hago para hacerte daño e ignoras que ni siquiera tengo interés en causarte dolor. Te quiero fuera de mi mente, fuera de mi vida, borrarte de mi pasado, … aunque me sorprendo al pensar que me encantaría saber cómo te va. Si por fin descubrieron en tu trabajo que tras tu fachada de triunfador se esconde un ser acomplejado que disfraza su ignorancia con una seguridad falsificada ; si tu amante consiguió escapar a tus cantos de sirena o si vive atrapado en la misma tela de araña en que se desarrolló mi vida durante tantos años. Me encantaría saber si me echas de menos, si te arrepientes de haberme dejado escapar, si cuando escuchas una de nuestras canciones sientes la melancolía de la pérdida. Quisiera saberlo todo para regodearme con tu derrota y que aparezcas ante mí tan miserable como te siento.

Y de pronto llega el silencio. Ese incómodo silencio que podría cortarse como si de algo sólido se tratase. Sonríes. Sonrío. Nos damos cuenta que uno de los dos debe decir algo para sobrevivir a un momento aún más difícil de la ya de por sí incómoda situación. Te adelantas diciendo que tienes algo de prisa y me da rabia  no haber sido más rápido encontrando una frase igualmente tonta. Me besas de nuevo las mejillas haciéndome prometer que muy pronto nos veremos y que deberíamos hacer el esfuerzo por encontrar un día para almorzar juntos. Te miro desconcertado y pienso que hablamos idiomas diferentes. Ni me molesto en contestar. Me despido de ti y te miro por última vez pensando en la mala suerte de haberte encontrado.

Hubiera sido mejor no encontrarte jamás.

~ por Guiolista en 27 junio, 2010.

Deja un comentario